“La habilidad de comprender las emociones ajenas logra su plenitud hacia los 40 o 50 años y algunas personas llegan a su esplendor en la tercera edad. La “inteligencia cristalizada”, reflejo del conocimiento aprendido y la capacidad para relacionarnos con nuestro entorno, llega a su máximo durante la edad madura”, según Joshua Hartshorne, autor principal de la mayor investigación sobre capacidad cognitiva en relación con la edad (evaluó a más de 48.500 individuos), impulsada por la Universidad de Harvard y MIT, y publicada en la revista Psychological Science. (Fuente: BBC News)
Los 50 es una edad clave en la carrera profesional. Hacia esa edad el abogado tiene una larga experiencia y conocimientos, ha llevado toda clase de asuntos y tratado con todo tipo de clientes, colegas profesionales, jueces, etc.
Hacia los 50 años el abogado ha aprovechado y también desaprovechado oportunidades. Hacia esa edad es habitual que a algunos les asalten dudas; otros se plantean nuevos retos.
El abogado sénior, socio de gran despacho
Si el abogado es socio de un gran despacho, puede ser que se ponga en cuestión su capacidad para seguir como socio. Por ejemplo, por un descenso de su facturación. Es un hecho que suele provocar frustración en muchos abogados que han dedicado una buena parte de su vida al crecimiento del despacho, a veces sin equilibrio entre la vida personal y la profesional. Esos abogados han desarrollado su carrera bajo el amparo de una prestigiosa marca corporativa y la mayoría ha descuidado su marca personal (el auténtico “seguro de vida profesional”). Con frecuencia tampoco han prestado la suficiente atención a sus competencias comerciales que, en muchos casos, han desarrollado de una manera sobre todo intuitiva.
El abogado sénior, propietario o copropietario de un despacho
Si el abogado es propietario o copropietario de un despacho, es posible que esté pensando que no ha conseguido la suficiente rentabilidad a lo largo de los años. También que ha confiado demasiado en uno o unos pocos buenos clientes que ha ido perdiendo con el tiempo, sin renovar lo suficiente su cartera de clientes, por una falta de eficaz acción comercial y de posicionamiento de marca cuando todo iba bien. El momento más inteligente para mejorar suele ser cuando todo va bien, para que todo vaya todavía mejor, aunque la realidad suele ser otra.
El abogado sénior enfocado en la jubilación
En otros casos, el abogado empieza a estar enfocado en la jubilación y quiere vivir sus últimos años de ejercicio profesional en plenitud. A veces para acabar vendiendo su despacho y obtener así unas ganancias que contribuyan a asegurarle una jubilación con tranquilidad.
La madurez y el ejercicio de la abogacía
Salvo excepciones, la profesión de abogado requiere un largo proceso de madurez, superior al de otras profesiones. Una persona hacia los 50 años suele haber pasado por las diferentes crisis que se nos presentan en la vida y, si ha aprendido de ellas, tiene un capital de experiencia y pericia enorme, un capital que es preciso aprovechar y potenciar, poner en valor.
Hay quien arguye que una persona joven tiene más energía que una mayor. No es necesariamente cierto: una persona sénior puede ser más activa que otra más joven y los séniors suelen ser mejores corredores de fondo y con más prudencia.
La prudencia, virtud esencial en el abogado, también suele mejorar con la edad, aunque cierto es que depende en gran medida de la personalidad de cada uno.
Retos hacia los 50
Cuando estés cerca, hayas llegado a los 50 o tengas unos años más, te sugiero que te plantees este ejercicio, un ejercicio al que solemos prestar muy poca atención por las dinámicas del día a día: gestionar mejor tu mente y, más concretamente, tus pensamientos y diálogos mentales.
A la mayoría nos domina la mente. La mente es “el jefe”. De hecho, sabemos que el inconsciente es responsable de aproximadamente el 95 %, o más, de las decisiones que tomamos. La mente anhela lo fácil, y a menudo lo fácil no es sinónimo de lo adecuado. Nos dirige para que nos quedemos en la zona de confort, hábito o costumbre. Esto no suele ser lo oportuno para quien quiere madurar y desarrollarse.
Es esencial que seas consciente de tus diálogos mentales, pues crean tu realidad. Ya conoces la diferencia entre un buen deportista y un gran deportista: pasa por sus diálogos mentales. Quien gestiona bien la mente, los pensamientos, su sistema de creencias profesionales, etc. puede llegar con más probabilidad a la excelencia, a conseguir sus metas. Lo mismo ocurre con los abogados.
En pleno siglo XXI un buen número de abogados sigue siendo “prisioneros” de sus creencias profesionales. Algunos todavía piensan que al buen abogado no le hace falta vender o, mejor dicho, poner en valor sus servicios, ser competente en el proceso de atraer y conseguir los clientes que convienen. Otros tienen prejuicios respecto al marketing, la disciplina que vincula al abogado o al despacho con su mercado. Algunos también siguen en un despacho deshumanizado y, aunque saben que no deberían seguir ahí, continúan viviendo un conflicto doloroso entre sus valores y la realidad de su día a día. Cambiar al despacho conveniente o bien crear su propio proyecto sería probablemente la solución.
Ser valientes y responsables son dos grandes virtudes y hacia los 50 años solemos tener la madurez para dar un salto cualitativo en nuestra carrera, potenciando nuestra persona en el despacho actual o bien creando un nuevo e ilusionante proyecto profesional.
Querer es poder.